¡Hola cibergente! Tanto tiempo sin leernos... Ya extrañaba sentarme a escribir para comapartirles como siempre las novedades de los movimientos astrológicos. En esta ocasión, voy a reseñar casi el primer cuatrimestre del año en términos de eventos lunares de importancia. En este post encontrarás información sobre las dos lunaciones correspondientes al mes de Aries y las dos de Tauro, ¡que estas últimas son Eclipses!
En un caso ideal, yo hubiera dividido este posteo en dos, en los que me podría haber explayado mucho más. Pero mis circunstancias son otras: en mi vida se acomodaron varias cosas que andaban fugitivas, y se han reunido para ocuparme de manera sana en una vida cuya atención esta concentrada en otras áreas, que no son la astrología y el reporte cotidiano en la web. Es decir, no tengo mucho tiempo ahora de escribir (tampoco de pensar en astrología realmente). Por ende, sepan disculpar si de a poco van siendo menos los informes. Terminada la sección de excusas, ¡comencemos con el post!
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Año nuevo solar y semilla astrológica 2022: Luna nueva en Aries
Si bien nunca podemos hacer una generalidad absoluta, si existe un gran consenso acerca de que las lunas nuevas en Aries marcan un punto de inflexión entre las tendencias planetarias de un año con el siguiente. Toda luna nueva implica el comienzo y final de un proceso, acerca de la lectura interior que tenemos de nuestra existencia en relación con cierto signo zodiacal en tanto área de la vida. La energía de Aries es una que por sus características cardinales nos empuja hacia el futuro al renunciarnos del pasado. Opera como un corte energético, un llamado a rescatarse de los vicios del rewind pisciano, en el que se mezclan las temporalidades y se traspapelan los pensamientos en un orden confuso.
De estas condiciones se desprende que la luna nueva en Aries nos activa de una manera especial. En este caso, ocurrió el 02 de abril de 2022, alineada exactamente con Quirón y Mercurio. ¿Y estos quiénes son? Quirón es un asteroide muy lejano, ubicado en un punto de transición planetaria que se registra como el paso de la individualidad a la colectividad. Su presencia en la lunación implica un contacto a secas con situaciones irresueltas; una confrontación directa con una herida en el deseo, en procesos de autonomía y evaluación de la autenticidad. En esta semilla Quirón aporta entre sus paredes una tarea importante para el ser singular, que es reconocer la dolencia de la existencia por fuera de una comunidad, para así comenzar a suturar esos desarraigos y encausarse hacia la recomposición de los vínculos. En esto participa de una manera espectacular Mercurio, que es un símbolo de interconexiones, de diálogos, de rosquear y buscar alternativas. Podríamos decir que esta luna nueva fue particularmente «psicoanalítica»: se ponen en diálogo los distintos fragmentos del ser que fueron desgarrados por el contexto (pos)pandémico, en búsqueda de la unidad interior y del consenso con respecto al propio deseo. ¿Qué quiero? ¿A dónde me lleva lo que quiero? ¿Qué se lleva de mi lo que quiero? ¿Si tengo que repartirme, este deseo me construye o me desarma? ¿Me expande o me recorta?
Quien responde a todas estas preguntas es el regente del signo Aries, que se encuentra en un punto muy especial del Zodíaco. Al momento de este evento, Marte está en Acuario y muy pero MUY próximo a una conjunción con Saturno, reuniones que ambos planetas tienen cada dos años. Esta unión, que se perfiló exacta dos días después de esta lunación, conecta dos principios de índole proactiva y constructiva, que nos empujan a ser consecuentes con lo que deseamos; a movilizarnos por los objetivos que buscamos manifestar; enderezar lo que estaba fuera de eje; construir las redes necesarias para articular los distintos intereses; renovar nuestros circuitos sociales y culturales; potenciar los compromisos; levantar una bandera del futuro. Se trata de un tipo de presión que ejercen dos fuerzas muy articulables entre sí, que por la fuerza dan nueva forma a este plantel de ideas acerca del propio ser, de la materialidad desde la cual el deseo existe y se representa a sí mismo. Básicamente, hemos mutado y nos toca en este momento ocuparnos de inventar un camino de integración cuyo término sea el de nuevos lazos regenerativos al interior de las sociedades y grupos de los cuales somos parte. Esto, va de la mano con la celebrada y vitoreada conjunción entre Júpiter y Neptuno que ocurrió (y se sostiene durante todo el año) en el signo de Piscis hace poco, el 12 de abril.
Todo esto decanta al momento en que la luna se vuelve llena y de pronto observa la semilla plantada en Aries cuando la luna ocupa el signo Libra, y mira de frente al Sol. Con la luna llena en Libra del 16 de abril, se vuelven visibles estas direcciones y tenemos la oportunidad de hacer una prueba de estas decisiones tomadas, o de preguntarnos ¿qué decisiones tengo que tomar? ¿cómo me involucro en este proceso de manera activa? La situación es muy diferente ahora porque la Luna en Libra está regida por Venus, y en este momento, Marte y Venus ocupan el signo Piscis, poniendo un manto de mucha más sutilidad y sensibilidad al encuentro con la diferencia que representan siempre las lunas llenas en Libra. Aquí parecen ponerse en acción las necesidades de ver y sentir desde el lado opuesto lo que cada quien piensa, siente o desea. Con esta luna se manifiesta que el lugar propio siempre es un efecto de perspectiva o un lugar relacional, mejor dicho, siempre el otro ve algo de mi que no me percato: el ser se reconoce con la mirada del otro. Son escenarios ultra proyectivos, en los que la manera en cómo interactúo con los demás refleja la manera en que considero mis propias necesidades. Serán entonces situaciones que van a dar cuenta, afianzar y retrucar las propuestas que cada quien haya obtenido con la luna nueva en Aries. Con esta luna llena, queda inaugurada la temporada de Eclipses de mitad de año.
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Como la flor de loto: temporada de eclipses abril-mayo 2022
Los dos eclipses de esta temporada ocurren en el eje Tauro-Escorpio, uno que viene muy afectado por las alineaciones que Saturno y Urano vienen sosteniendo desde 2021. Para quienes tienen planetas en signos fijos (Tauro, Leo, Escorpio y Acuario) esta fricción mencionada de Saturno y Urano fue la significadora de una etapa de muchas dificultades en asuntos vinculados al orden y a la estabilidad, su ausencia o imposibilidad de llevarse a cabo. De alguna manera, el eje Tauro-Escorpio de nuestras cartas natales se vió afectado por estos movimientos grandes, y durante este año y el siguiente, van a verse directamente comprometidos por la presencia de los eclipses. ¿Esto qué implica? Sugiere que después de haber pasado este terremoto que fueron las fricciones Saturno-Urano, viene ahora una etapa de remodelación en términos de adaptarnos a una nueva etapa en la vida: con los restos o vestigios, construir algo nuevo, que ahora sea «a prueba de terremotos».
El eje Tauro-Escorpio representa las dinámicas por las cuales la vida y la muerte se turnan en favor de la creación y renovación de las formas. Bajo estas dinámicas se figuran muchos intercambios energéticos, que toman distintas siluetas: la alimentación, el descanso, las sexualidades, los circuitos comerciales, los lobbies financieros, las facciones del poder, los intereses, entre otras. En un nivel personal, que es donde los eclipses realmente operan, podemos esperar que aspectos de nuestra vida que tengan una larga duración (algo que nos representa o identifica hace mucho) se vea erosionado, comience a verse corroído, si no directamente sea evaporado del territorio que es nuestra identidad.
Me remite mucho a la idea de la extinción de una especie cuando no pudo sobreponerse a las condiciones cambiantes del medio ambiente. Sea por falta de recursos, de inteligencia adaptativa, o por una cuestión crítica. En este sentido, podríamos decir que ciertos valores, como emblemas que tienen una importancia visible —pero más importante aún es lo que sostienen a niveles subyacentes— van a verse socavados o por lo menos cuestionados, en favor de la aparición de una “especie” de valores más sólida o adaptada a un nuevo contexto, con una forma más vital de existir y de aprehender lo real desde lo sensible. Como cuando usamos la “realidad aumentada” para visualizar algo que en lo concreto no existe —o que existe gracias a la prolongación tecnológica de un nuevo sentido por fuera del cuerpo—. Es decir, que esta renovación de valores hace aparecer algo en el mundo que antes no veíamos.
El eclipse solar del 30 de abril ocurre a los 10° de Tauro, a “cuatro pasos” de Urano que está a 14° de Tauro, ahí nomas de esa fuerza renovadora totalmente impersonal e impredecible. Teniendo en mente que en el signo Tauro la Luna se encuentra exaltada, me animo a pensar que el evento en sí tiene facetas muy benéficas para quienes podamos adoptar una postura en extremo flexible con su transformación, como una arcilla a la cual se puede moldear antes de que ésta entre en el horno: una vez cocida ya no se deforma, sino que se rompe. Siguiendo este ejemplo, la “cocción” de esa arcilla será el eclipse lunar en Escorpio dos semanas después.
Otro motivo que me invita a ponerle buena onda al eclipse solar en Tauro es que la regente de este evento es Venus, quien está en el lugar de canalizadora del bien mayor: Venus estará inspirada en Piscis, regida por Júpiter y Neptuno que también lo están, los máximos representantes de la energía pisciana. Casi como si nos enchufáramos al 220v de la fuente energética más amiga. No es necesariamente una inyección de optimismo, pero sí de una suerte de magia que rodea la experiencia de dejar ir una faceta personal que sostenía una construcción identitaria valorada positivamente pero que ya no podía ofrecernos vida. Todo eclipse barre con una máscara que portamos, y en este caso la máscara que nos quitamos es la de un estandarte propio, algo en lo que nos apoyábamos para definirnos. Esto seguramente viene sucediendo antes de este eclipse, porque así funcionan. Lo que el eclipse hace es volver definitivo ese proceso, terminar de iniciarlo.
La presencia de Urano es por de más perturbadora si no podemos sostener la ausencia de bordes, como quien atraviesa sin ver en la oscuridad y busca un margen por el cuál conducirse. Es ese tipo de sentido o de percepción sensible que parece no existir, pero está forzando la aparición de un nuevo tipo de inteligencia, con una construcción menos romantizada de la relación cuerpo/naturaleza. ¿Qué es esta relación? La idea de que lo deseado es espontáneo, inherente o natural, y que por ende ya es conocido en su totalidad, porque “nace” del cuerpo. Si consideramos que el momento de mayor claridad previo a estos eclipses fue la luna llena en Libra, entonces estas ideas se vuelven más lógicas. Durante los eclipses no sabemos del todo lo que se está moviendo, hasta que pasan, por lo menos un mes después nos vamos a enterar. De todos modos, el olfato puede estar entrenado, ¡y para eso estamos acá leyendo!
Dos semanas más tarde, el eclipse lunar total el 16 de mayo ocurre a 25° de Escorpio, en condiciones mucho más dinámicas (tensas) que el eclipse recién desarrollado. Lo principal es que Sol y Luna se enfrentan y es Saturno quien dirime en lugar de árbitro, que es otra forma de decir que el eclipse ocurre en cuadratura exacta con Saturno en Acuario. Esto no es nada amigable, lamentablemente, y es nada copado que en Escorpio la luna se encuentra en caída y lastimada, contrario como dije antes que en Tauro se encontraba glotona y fortachona. Una de cal y una de arena... Este eclipse ocurre con Mercurio ya retrógrado en Géminis (!!!) por ende vamos a tener todas las antenas paradas y las alertas sonando, porque la luna llena en Escorpio es, por momentos, una “luna llena de terror”, porque lo que hace es iluminar y poner el foco en aquello que nos parece un tabú, que está por develarse o que hicimos un esfuerzo grande en ocultar o ignorar.
Esto no deja de ser absolutamente terapéutico, porque Marte —a quien la Luna responde—, estará en Piscis, en el mismo lugar que estaba Venus en el eclipse anterior. Marte estará activando sobre Neptuno la necesidad de expulsar o expeler aquello que nos está lastimando psicológicamente en nuestro sistema, pero que por fuerzas de inercia permanece aún enquistado dentro. Es como una cita obligada con el dentista, para quitarse esa muela del juicio que te está arruinando la boca y las ganas de reír. Por otro lado, Venus —a quien el Sol responde— estará en Aries, y ¿sabés qué? Arriba de Quirón, donde la luna nueva en Aries sucedió; Venus estará mirando lo que hace Marte, quedando Neptuno como dispositor final del eclipse. Nada está librado al azar. y todo sugiere, en mi opinión, una confusión neptuniana que es un tipo de anestesia del pensamiento lógico, cuando nos preguntamos ¿por qué tiene que doler tanto sanar? El rebote quironiano nos sugiere que no le duele solamente a quien está sanando, o que en definitiva toda sanación, por más individual que parezca, es un proceso colectivo, aunque no sea evidente. Parece ser un dolor necesario de atravesar, probablemente para despertar de esa inercia y entrar en movimiento. Es un tipo de “dolor adaptativo”, que nos pide: cambiá o extinguite. Ambos eclipses parecen sintetizar la tensión que Saturno y Urano sostuvieron entre 2020 y 2022. Tres años en un mes, agarrate catalina.
No me gustan las palabras drásticas, y si bien soy muy exagerado —quienes me conocen en persona lo saben—, nunca apuesto al fatalismo. Y esto que dije no es un fatalismo, pero si realmente parece un panorama forzoso, en el que transformarse interiormente es menester. A nadie le gusta ser el patito feo del cuento, aunque al crecer se transforme en cisne. ¿Realmente lo vale, crecer desde la marginación para convertirse en alguien admirado por el resto mas adelante? Lo valioso es cuando el patito feo se da cuenta que no es feo, sino que es diferente. Y que al final, se convierte en sí mismo, y no en quien el resto le pedía ser. En definitiva, eso es lo que admiran realmente, esa es su belleza. En esta fábula, aplicada a los eclipses, la adaptación que el eclipse lunar en Escorpio nos pide es esa transformación de darse cuenta que en realidad estabas donde no pertenecías, y que para convertirte en vos misme necesitabas ese despertar doloroso, esa cacheteada que te dice “salí de ahí, que sos un cisne y no sos un pato!” Como todo, con el tiempo podremos verlo desde otro lugar y entender el rol necesario que tienen estas experiencias para el proceso de cada persona. En última instancia, se trata de hallarnos, de encontrarnos, más allá de las imposiciones que la “fuerza adaptativa” —que es la vida en sociedad— nos haya obligado a tomar una forma determinada para nuestra identidad, a desear de cierta manera, a valorar desde cierto lugar.
La temporada de eclipses termina con la luna nueva en Géminis, que ocurre el 30 de mayo. Con ella, los relatos se ponen en revisión y es la oportunidad de desarmar el lenguaje con el cual nos construimos. Todo esto va a cobrar mucho más sentido en ese momento. Mientras tanto, emerjamos como las flores de loto que nacen del barro, arraigadas en la profundidad.
Nos sentimos
XSIS
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